viernes, 20 de junio de 2014

La mercantilización del planeta

En la actuaidad todo está medido, contabilizado y hasta traducido a dólares o a euros. Desde el agua que usamos cotidianamente hasta la cantidad de atunes en el mundo. Todo tiene dueño y es usado como moneda de cambio entre países y empresas globales. Si un país carga con una deuda externa demasiado pesada, entonces se le permite ya no pagar con dólares, si no con sus recursos naturales. Todo esto auspiciado por organizaciones mundiales que se supone que protejan la soberanía de sus países miembros en lugar de funcionar como un “Expo Planeta”, donde los países en desarrollo van a ofrecer sus tierras y sus recursos a las empresas globalizadas y a los países industrializados.
El cambio climático y en sí la destrucción del medio ambiente son de interés mundial,  pero en muchos casos este interés no tiene una base filosófica ni humanista, sino más bien comercial. Las afectaciones al medio ambiente que impactan el desarrollo o mejor dicho la acumulación económica, son inmediatamente categorizadas como focos rojos de interés mundial, mientras que las afectaciones provocadas por empresas como la minería o las petroleras son ignoradas y hasta minimizadas.
En muchos casos estas afectaciones ignoradas no impactan únicamente al medio ambiente (que ya de por si ésto es nefasto), sino también a las comunidades que viven en esa zona afectada. Ejemplos hay muchos: la deforestación del amazonas y el desalojo de las tribus que habitan zonas ricas en recursos, las plantas químicas (como Union Carbide) en india cuyos desechos causan enfermedades a las poblaciones vecinas, las mineras canadienses en México, en fin, existen docenas y docenas de casos en los que las organizaciones mundiales omiten tomar cartas en el asunto pero cuando se trata de velar por intereses económicos globales, entonces se crean mecanismos, normativas, y hasta comisiones especiales que entren en acción para tomar el control de la amenaza.
Uno de esos mecanismos es incorporar los recursos naturales de los países en cuentas nacionales con fines económicos. De esta manera, la soberanía de los recursos naturales de cada nación es abolida. Ahora será sujeta a las condiciones económicas del país en cuestión y a la buena fe de los países o empresas interesados en invertir en sus recursos. Lo cual recuerda un poco a la manera de proceder en el juego de mesa Monopoly. Ya avanzado el juego si algún jugador debe demasiado dinero a otro o al “banco”, lo único que le resta para sobrevivir es comenzar a vender sus propiedades. Ésto simplemente lo libera parcialmente de las deudas, pero no le permite ya seguir creciendo. En algún momento se le acaban las propiedades y entonces viene la bancarrota. Desde luego hay jugadores que ofrecen ayudar de alguna manera al vencido, pero todos piden una cuota para otorgar la ayuda, esta cuota puede darse en distintos niveles: el más simple es que el vencido exente a su benefactor de pagar cuotas en sus propiedades a cambio de la ayuda económica, las ayudas más rapaces son las que le exigen al vencido una ridícula ayuda económica a cambio de propiedades de gran interés estratégico. Sería inocente pensar que la macroeconomía no se mueve bajo los mismos principios. La ayuda económica a cualquier país siempre vendrá acompañada de la correspondiente cuota y la mayoría de los casos esta cuota es abusiva y va en contra de la soberanía del país en deuda.
Por otro lado, se han creado una serie de mecanismos internacionales para reducir el efecto negativo de la actividad humana en el medio ambiente bajo el argumento o el supuesto de que la responsabilidad por éste impacto negativo al medio debe ser asumida por los gobiernos locales. Como por ejemplo la oportunidad de canjear créditos por la reducción en las emisiones de carbono para reducir la temperatura del planeta. Como si el gobierno de cada país fuera el único responsable de la tremenda generación de gases de efecto invernadero. Es evidente que las organizaciones mundiales cierran los ojos a la presión que ejercen las gigantescas empresas multinacionales sobre los gobernantes para que éstos les concedan permisos y los exenten de las certificaciones necesarias para establecer industrias contaminantes en sus territorios. ¿Por qué no  éstas organizaciones mundiales toman cartas en el asunto y regulan a estas empresas contaminantes? O es más, ¿Por qué no se estimula el uso de energías menos contaminantes y se disminuye el uso de combustibles fósiles? ¿Por qué se frenan descubrimientos como los de Nikola Tesla?
Para las organizaciones mundiales no hay otra respuesta que la de ponerle precio a todo, hasta a los compromisos de los gobernantes, los cuales equivalen a alguna cantidad en créditos de carbono. Por cierto, tampoco se preocupan por saber el fin que se le da a estos créditos.
Se propone que se le permita a la industria privada ayudar a los gobiernos en la financiación de programas en beneficio de los ecosistemas, pero viendo al ecosistema como un stock que ofrece productos y servicios a la economía global. Es obvio que al nombrar a la economía global, los beneficios obtenidos por éstos servicios que brinda la naturaleza no se verán reflejados en la calidad de vida el ciudadano común. El beneficio mayor lo obtendrá justamente la industria privada que invirtió en cierta región con “problemas” ecológicos. Esta inversión dota a la empresa privada de privilegios sobre esta región, sin que ello la obligue  respetar el entorno natural ni social.
¿Cómo confiar en la buena voluntad de empresas que tienen el poder de ayudarle al gobierno de un país? Cabría preguntarse ¿cómo obtuvieron tal poder? Por lo regular las prácticas económicas de las empresas globales han sido rapaces, abusivas y hasta criminales.
Se identifican cuatro problemas principales en cuanto a medio ambiente:
• La pesca excesiva
• Contaminación: el exceso
• La pérdida de hábitat o la conversión
• El cambio climático
            Y para todos ellos se promueve la ayuda del capital privado para ayudar a resolverlos. Pero fue justamente la gula del capital privado la que ha llevado a estos problemas de destrucción y deformación del medio ambiente. Problemas que sufre no la elit económica, sino la mayor parte de la población mundial quien además está en condiciones de pobreza.  Es desesperanzador que las organizaciones mundiales estén sirviendo de instrumento para legitimar que se rompan fronteras, que se abran las puertas a la gula económica de las empresas globales, que se patenten las formas de vida y que se registren en una lista de almacén los recursos naturales.
            Ya en la actualidad hay empresas transnacionales que son más poderosas que muchos gobiernos. Poseen el poder para extender su propiedad tan solo con el soplido del viento, tal es el poder por ejemplo de Monsanto. De la cual hay miles de denuncias en todo el mundo, acusándoles de prejuicios a la salud e impactos ambientales negativos. ¿Qué hacen  las organizaciones mundiales en este caso? ¿Se ha creado algún mecanismo para que las empresas globales respondan por sus desastres naturales? ¿Qué tanto se protege a las regiones y a sus comunidades del efecto negativo de la globalización? Tal parece que a agenda del banco mundial, a través de las organizaciones mundiales, es la de la homogenización de la humanidad y su respectivo etiquetamiento en el stock de productos y servicios que ofrece el planeta al mercado global. 


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